23 abr 2009

Cuento de un niño mudo.

Y entonces caminó y se detuvo frente al espejo. Pasaban los segundos y el no podía entender, no quería creer. Cerraba los ojos apretándolos fuertemente y los volvía a abrir, pero todo seguía igual. Él no se movía, no podía. Su mente se retraía y ocupaba todas sus fuerzas intentando comprender porque todos -el televisor, los muebles, la cama e incluso el gato- tenían reflejo pero él no.

-"Qué mal habré cometido?" -pensó-. Excusándose con la idea que quizás era un castigo. Entonces prendió un trozo de diario ya que el fuego era lo mas destructivo que conocía y de seguro tampoco tendría reflejo.
Pero el espejo mostraba el puñado de papel levitando, su llama y hasta la luz que emanaba.

-"Quizás estoy sucio" -pensó-. Y rápidamente salió y regresó empuñando algo. Lentamente dejo deslizar cada gramo de sucia tierra entre sus dedos hasta sentirlos caer de su mano. En el espejo se podía ver hasta el último grano de tierra e incluso el polvo que se levantaba opacando las cenizas caídas sobre el suelo.

El niño descanzó para pensar unos segundos.

-"Seré transparente?, quizas soy tan insignificante que no meresco ser reflejado" -pensó-. Y al minuto siguiente estaba viendo como era reflejada gota a gota el agua insipida e incolora que escurria de aquel vaso derramándose en el suelo, creando un barro con la tierra y las cenizas.

-"Quizás solo soy viento" -pensó-. Pero él no se sentía como viento, además el viento nisiquiera se puede ver, no podría comprobarlo.
Exhaló un último suspiro, sintió sus hombros caer y su mente callar. Con la esperanza perdida al igual que su mirada dio media vuelta y se marchó sin mirar atrás.

En ese momento se veía en el espejo como se marcaban unas huellas de barro sobre el suelo hasta la puerta cerrada.

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